Muchos de vosotros, sobretodo si sois padres, conoceréis el aceite del árbol del té, original de Australia, por sus efectos preventivos contra los piojos de los niños. Pero no queda ahí la cosa. Una de sus principales características es que es cicatrizante y tiene efectos antisépticos (reduce las infecciones) así como antifúngicos (combate los hongos). Las moléculas presentes en el aceite del árbol del té se muestran activas contra ciertos hongos en la piel y microbios además de poseer cualidades antiinflamatorias. Incluso el acné de los adolescentes puede reducirse aplicando el aceite del árbol del té.
Siempre hemos oído historias del tipo: no te apliques aceite en la cara pues añadirás más grasa que obstruirá los poros. Pues bien, hay aceites que no solo no obstruyen esos poros sino que además luchan contra las bacterias responsables de ese acné, como es el caso del aceite que nos ocupa. Los aceites correctos penetran con mayor facilidad que las cremas y, al ser activos naturales, la piel los absorbe fácilmente. Es evidente que deben utilizarse con la praxis correcta, no es lo mismo un aceite natural (por presión sobre la planta o semilla) que un aceite esencial (por destilación de la planta). Los aceites esenciales deben diluirse antes de aplicarlos sobre la piel.
En general hay consenso en torno al árbol del té, en pequeñas dosis es antimicrobiano y en compañía de otros agentes naturales, y bajo prescripción de un dermatólogo, puede aplicarse sobre la piel, siempre en mayores de siete años. El aceite del árbol del té repele los insectos (ya hemos hablado de los piojos, pero podemos añadir sarna o pulgas, por ejemplo) y, según lo dicho, puede aplicarse también en picaduras de mosquitos (ver artículo sobre otros remedios naturales para combatir las picaduras de mosquitos).
Otras aplicaciones: dolor de garganta, refuerzo defensas inmunitarias, etc. Hay que reiterar que antes de utilizarlo, sobretodo si es por vía oral, conviene consultar con un facultativo o en tu herbolario de confianza.